La importancia del suelo para la vida: por qué su degradación amenaza nuestro futuro

El suelo es un sistema vivo, dinámico y no renovable, con un papel crítico en el mantenimiento de la calidad del aire, almacenamiento de agua y nutrientes para las plantas y los microorganismos, y como medio purificador de contaminantes mediante procesos físicos, químicos y biológicos.

A pesar de la importancia para la vida, no ha recibido aún la atención que merece, siendo su degradación una amenaza para nuestro futuro. Es por ello que nos encontramos ante varios desafíos dirigidos a intensificar, preservar e incrementar la calidad del suelo, siendo para ello necesario contar con una sólida concepción de la calidad y con indicadores de medición de dicha calidad o salud y manejo sostenible del mismo.

Un ambiente dinámico

Un suelo sano, está constituido por numerosos organismos microscópicos (bacterias y hongos) y macroscópicos (anélidos, colémbolos, etc.) cuyas funciones son vitales ya que son los componentes más importantes. Esta comunidad tiene un papel fundamental en la fertilidad del suelo, interactuando entre sí y con el ecosistema, formando la mayor red biológica.

Constituyen la parte viva y son los responsables de la dinámica de transformación y desarrollo, permitiendo que los componentes orgánicos e inorgánicos se incorporen en la fracción del suelo, pudiendo ser asimilados por las plantas. Un suelo fértil, es aquel con una reserva de nutrientes disponible para las plantas o población microbiana capaz de garantizar una liberación continua de los elementos para que haya un buen desarrollo vegetal.

Analizando la biología del suelo: biomarcadores

La calidad y salud del suelo se pueden deducir a través de distintos parámetros que sirven como indicadores, tomando especial atención la eficiencia de los procesos como los ciclos de nutrientes y flujos de energía. Uno de los indicadores más importantes es la actividad enzimática, asociada a los microorganismos anteriormente mencionados, cuyo papel es clave en la dinámica del ecosistema.

Las enzimas son proteínas que, combinadas con un sustrato específico, catalizan una reacción bioquímica, sin experimentar cambios en su estructura. En el suelo, son esenciales para la transformación de energía y el reciclaje de nutrientes.

La actividad enzimática del suelo radica en que refleja el estado en que se encuentran dichas poblaciones microbianas y su relación con la biología del suelo, producción de biomasa, degradación de contaminantes y conservación del ecosistema.

En la agricultura, el estudio de la actividad enzimática nos permite conocer la fertilidad del suelo y el impacto de las actividades agrícolas sobre el mismo. Las funciones que realizan abarcan desde la formación de moléculas orgánicas hasta el ciclo del nitrógeno, fósforo y carbono, con un papel clave en procesos como la mineralización, inmovilización de nutrientes o fijación biológica de nitrógeno.

Entre las principales enzimas objeto de estudio, encontramos las responsables de la liberación de C, N y P, elementos importantes en la nutrición vegetal, como la enzima deshidrogenasa, ß-glucosidasa, fosfatasa y ureasa. Se habla de biomarcadores, que permiten conocer de manera general los procesos microbianos del suelo como la oxidación de la materia orgánica a través de la actividad deshidrogenasa, o la calidad del suelo sujeto a diferentes procedimientos de manejo por la ß-glucosidasa.

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